En 2019, las imágenes de niños y jóvenes indígenas alimentándose con desechos en el basurero municipal de Puerto Carreño, generó estupor e indignación en la opinión pública colombiana. Los niños de los pueblos indígenas Amorúa y Sikuani en evidente estado de desnutrición, estaban desescolarizados y sobrevivían con sus familias en viviendas o cambuches construidos con plásticos, cartones y maderas.

 

Privados de lo básico

Los asentamientos carecían de servicios públicos como agua potable y energía eléctrica, una comunidad sin acceso a trabajo formal y digno para los adultos, lo que se venía derivando en necesidades como el alimento, el vestuario y el acceso a actividades para el aprovechamiento del tiempo libre que en esas circunstancias parecían inalcanzables.

Una lamentable condición que motivó acciones desde la administración municipal y la Iglesia. Pensando en la recuperación de estos menores la Secretaría de Educación abrió 830 cupos nuevos para atender a los niños en situación de mendicidad y privación del derecho fundamental a la educación.

En ese momento la administración local solicitó al Vicariato Apostólico de Puerto Carreño, la coordinación de la experiencia formativa, previa documentación de situaciones que involucraban a los menores como víctimas de explotación sexual comercial, consumo de sustancias psicoactivas y vandalismo, medios que usaban como sostenimiento ante la insatisfacción de sus necesidades básicas.

Escuela Taller de Artesanías

Un nuevo proyecto

Este conjunto de carencias vitales que afectaban directamente a los niños Amorúa y Sikuani, marcaron el inicio de un proyecto que ahora se conoce como la Escuela Taller de Artesanías para el Rescate de la Cultura, el Aprovechamiento del Tiempo libre y Apoyo Educativo que se viene desarrollando en el Centro Educativo Calarcá de la ciudad de Puerto Carreño, ejecutado con la financiación del Fondo Populorum Progressio.

En esta oportunidad la entidad pontificia entregó a la comunidad un monto que supera los USD 9 mil dólares beneficiando a 75 niños y jóvenes de las etnias Sikuani y Amorúa cuyas edades oscilan entre los 5 y 14 años. Los menores asisten a la escuela de artesanías orientada por 5 mujeres artesanas logrando un beneficio indirecto para 80 personas. Sin olvidar que la vinculación académica para los menores del barrio Calarcá alcanzó una cobertura de 180 menores, mientras que en el barrio Simón Bolívar son 90 y en el sector de Las Granjas 70, para un total de 340 niños que volvieron a las aulas.

Así desde 2020, el Vicariato Apostólico de Puerto Carreño está operando la educación contratada para el núcleo N°1 ubicado en la zona urbana de mayor vulnerabilidad y la zona rural en donde existe una mayor presencia de indígenas. Se calcula que el 90% de la población beneficiada corresponde a los menores que estaban desescolarizados al momento de las denuncias.

El objetivo del Vicariato es propender por una formación integral para los niños y jóvenes de estos pueblos indígenas. De esta forma, la planeación y ejecución de las tardes lúdicas ofrecen una alternativa respecto al aprovechamiento del tiempo libre, alejando a niños y adolescentes del consumo de drogas, la mendicidad, la prostitución y el riesgo de cometer delitos o integrar grupos al margen de la ley.

Escuela Taller de Artesanías

Fortaleciendo la identidad

Como parte del proyecto se pensó en la elaboración de artesanías propias de estas etnias, para contribuir al fortalecimiento de la identidad cultural, el conocimiento de sus valores ancestrales evidentes en el arte, el dialecto y la organización comunitaria. La coordinación artística del proyecto fue asignada a 3 artesanas del pueblo Sikuani y 2 del Amorúa. Sus actividades están centradas particularmente en el tejido. Cada artesana trabaja con un grupo de 15 niños dos veces a la semana. Ellas además de dirigir la actividad, se unen al proyecto como proveedoras de la materia prima para su elaboración, que desde luego no representa ninguna inversión económica para las familias de los niños.

La siguiente fase del proyecto busca la comercialización de las artesanías elaboradas en el marco del proyecto, aquí la apuesta es por el impacto de los productos en las redes sociales. Misión que acompaña la Pastoral Social de Puerto Carreño, pensando en dos objetivos: compartir la riqueza cultural de los pueblos indígenas y motivar la generosidad de los consumidores con la venta de los productos elaborados por ellos mismos. En esta fase de comercialización de productos la foto que se observa de cada artesanía reivindica a su autor con el nombre del pequeño artesano que hizo posible la creación, porque el propósito es más social que comercial y más allá de un precio por objeto la invitación es a la donación libre por parte de los internautas.

Escuela Taller de Artesanías

Los recursos económicos que se obtienen como fruto de esta actividad van a un fondo de recaudo organizado y administrado por la Pastoral Social del Vicariato y están orientados a la compra de materia prima para las artesanías y la adquisición de útiles escolares para los estudios de los niños, como es el caso de los uniformes y otros elementos básicos para los jóvenes estudiantes. Igualmente, los asistentes a este programa reciben un refrigerio con el contenido nutricional acorde con su edad para lograr que nunca más se vean en la penosa obligación de comer alimentos en estado de descomposición o que han sido arrojados por otras personas.

Trabajo en equipo

Un proceso que se desarrolló en varias etapas y alcanzó sus objetivos gracias a la articulación entre la Iglesia, la administración local, la Pastoral Social y la disponibilidad de los pueblos indígenas que unidos hicieron una correcta inversión de los recursos económicos otorgados por el Fondo Populorum Progressio y el trabajo que se enfocó en el bienestar de los menores privados de alimentación nutritiva, educación formal acorde con su edad y propuestas lúdicas para aprovechar el tiempo libre.

El Fondo Populorum Progressio fue creado el 26 de marzo de 1969, el deseo del entonces Papa Pablo VI era crear un fondo para ayudar a los más pobres. El Pontífice consideraba esta vía como una de las formas más certeras para promover la justicia social y la paz en América Latina y el Caribe. Un ideal que se mantiene y del que son evidentes sus resultados porque son muchas las comunidades en América Latina y el Caribe que aguardan por una oportunidad para desarrollar sus talentos, creer en sus legítimas aspiraciones y trabajar por ellas.