Corrientes Católica

Homilía Mons. Gustavo Montini en la misa central de la XXXVIII peregrinación juvenil al Santuario de Nuestra Señora de Itatí

Cultiven la generosidad, sobre todo en los ámbitos del perdón y la reconciliación

Homilía pronunciada por Mons. Gustavo Montini, obispo de Santo Tomé, durante la Misa central de la XXXVIII peregrinación juvenil al Santuario de Nuestra Señora de Itatí, Corrientes. 17 de Septiembre 2017.

Texto de  la Homilía:


  1. Hemos llegado a Itatí después de mucho andar y de mucho sacrificio. Lo hemos hecho porque sabemos que aquí está nuestra Madre, que nos espera y nos abre su corazón para que podamos abrir y apoyar el nuestro. En su corazón encontramos paz y sosiego. Nuestra vida se ve restaurada y nuestro corazón revive. Itatí para nosotros es santuario de vida.
  2. Nos ha dolido y nos duele que este lugar, Itatí, haya sido ensuciado y profanado. A las sombras del Santuario que custodia a la “Tierna Madre”, se iba gestando un subsuelo infame. Este lugar, santuario de vida, se veía ensombrecido por tinieblas de muerte. En la oscuridad de la noche –siendo incluso de día- asestaba silenciosamente el reino de la impunidad, de la muerte y del horror. La vida humana se veía sigilosamente arrinconada y amenazada. Se empoderaba de esta manera un nuevo dios, detestable, a cuyo culto se sacrifican jóvenes vidas humanas. Un dios de impiedad, presente incluso hoy, en tantos lugares de nuestra región y de nuestra Patria.
  3. María nos abre el corazón y nos pone frente a Jesús que nos ha regalado su Palabra. ¿No sé cómo les ha sonado a ustedes? En mí, ha dejado un eco aquella dramática pregunta de Pedro: “Cuántas veces tendré”: cuántas veces tendré que perdonar, pero también podríamos preguntar…, cuántas veces tendré que ayudar, cuántas veces tendré que recomenzar, cuántas veces tendré que portarme bien, cuántas veces tendré que poner la cara, cuántas veces tendré que hacer bien las cosas, cuántas veces tendré que caminar contra corriente, cuantas veces tendré que servir, cuántas veces… ¿hasta cuándo? ¿hay un límite?
  4. La respuesta de Jesús a Pedro, a los apóstoles y a nosotros hoy, es contundente: “¿cuántas veces tendré?… Siempre”. Siempre debo perdonar, siempre debo ayudar, siempre debo recomenzar, siempre debo portarme bien, siempre debo poner la cara, siempre debo hacer bien las cosas, siempre debo caminar contra corriente… siempre. El límite es… amar sin límites.
  5. Jesús quiere llevarnos a amar como Él que nos ama “hasta el fin” (Jn 13,1). El corazón de la vida cristiana consiste en esto. Amar como somos amados por Dios: “ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn 15, 9-17). Por tanto este amor sin límites, ese “siempre”, sólo es o será posible si somos conscientes de cuánto Dios nos ama y si nuestro corazón permanentemente se “carga” en las fuentes del amor divino.
  6. María, la madre de Jesús y nuestra madre, desde niña se ha visto envuelta en este clima y en esta dinámica. Ella, nos ayuda a traducir de modo simple las cosas de Dios, y por tanto dejamos que Ella nos ayude a entender de qué se trata esta suerte de desmesura que el Evangelio de Jesús nos propone. Ella susurra una palabra: generosidad. En el fondo el “sin límite”, “el siempre”, no es otra cosa que entrar en esa lógica de Dios marcada por la generosidad. Es por ello que María dijo que sí en la anunciación, es por ello que María salió en auxilio de su prima Isabel en la visitación, es por ello que María estuvo presente en las bodas de Caná, es por ello que María estuvo al pie de la cruz en el calvario, es por ello que María estuvo junto a la Iglesia primitiva, y está presente en la Iglesia de todos los tiempos. Su corazón es tan grande y generoso que en Ella todos –y siempre- encontramos abrigo.
  7. Por tanto, anunciamos junto a María el don de Jesús manifestado en una vida generosa. Debemos amar generosamente -sin límites-, porque es así como fuimos y somos amados. Esta peregrinación y esta Eucaristía nos lo recuerda a los gritos. Una vida así, vivida en clave de generosidad, es una bofetada frente a la cultura imperante marcada por el cálculo, la competencia, la mezquindad, la búsqueda desenfrenada del propio bien-estar, en definitiva la cultura o la dictadura del descarte.
  8. La generosidad o la magnanimidad es ese hilo fino, propio de los grandes corazones y ajeno de los pusilánimes, el único capaz de ligar y de suturar las “grietas” que se abren en las comunidades y pueblos. “En tiempos difíciles de poco valen las palabras persuasivas, lo que cuenta es la grandeza de corazón” (Cfr. San Ignacio de Antioquia, Carta a los Romanos, 3). La generosidad genera una nueva realidad, es un soplo de aire fresco frente a una realidad tensa y caldeada por la mezquindad, por la división, por la violencia y por la desesperanza. El amor “bondadoso y compasivo” de Dios nos interpela a fin de que como María, seamos generosos siempre y así gestemos una nueva historia.
  9. En el contexto en el que nos encontramos los argentinos, y animados por la sugerente invitación que nos hace la liturgia en esta peregrinación, los invito de corazón a que seamos generosos especialmente en los ámbitos del perdón y de la reconciliación en el seno de nuestros grupos, comunidades y pueblos. “El odio y el rencor son abominables, y ambas cosas son patrimonio del pecador” (Ecli 27,30-28,7) sentencia en la primera lectura el autor sagrado. Este debe ser nuestro aporte, y se convierte además, en criterio de discernimiento ante cualquier elección.
  10. Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Que allá donde hay odio, ponga yo el amor. Que allá donde hay ofensa, ponga yo el perdón. Que allá donde hay discordia, ponga yo la unión…Que allá donde hay duda, ponga yo la Fe. Que allá donde hay desesperación, ponga yo la esperanza. Que allá donde hay tinieblas, ponga yo la luz. Que allá donde hay tristeza, ponga yo la alegría…”, rezaba San Francisco de Asís. Esta oración ilustra de modo espléndido aquello que queremos vivir y anunciar.
  11. Junto a María, desde el santuario de Nuestra Tierna Madre, nos comprometemos a anunciar el don de Jesús en nuestra historia. Nuestra Señora de Itatí. Ruega por nosotros.

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