El santuario de la Cruz de los Milagros, en Corrientes, fue escenario el 4 de diciembre de la misa por el 70º aniversario de la ordenación sacerdotal de monseñor Domingo Salvador Castagna, arzobispo emérito de Corrientes. La celebración fue presidida por él mismo y concelebrada por monseñor José Adolfo Larregain, arzobispo de Corrientes; monseñor Andrés Stanovnik, arzobispo emérito; el presbítero Ariel Weimann, compañero cercano de monseñor Castagna en su vida cotidiana; y sacerdotes de la arquidiócesis.
En su homilía, monseñor Castagna recordó los inicios de su vocación y los cambios ocurridos en la Iglesia desde su ordenación. Aludiendo a aquel momento, relató: “Han pasado 70 años de mi ordenación sacerdotal. Acuérdense que yo me ordené antes del concilio, y en ese entonces no se podía concelebrar, por ejemplo. Solamente celebraba un sacerdote, e incluso era una excepción que se pudiera celebrar misa a la tarde. Así que fuimos ordenados sacerdotes a las ocho de la mañana, con otro hermano mío que ya murió, que era procedentes de la misma parroquia como monaguillos y llegamos juntos al sacerdote y fuimos ordenados juntos”.
Recordó también la figura del obispo ordenante: “Monseñor Roca era el auxiliar que nos ordenó”. Contó que recibió de él todos los sacramentos del ministerio: “Yo le decía a monseñor Roca, ya que él murió a los 90 años, monseñor usted me confirmó cuando era chico, y luego recibí de sus manos todas las órdenes, las órdenes menores, el subdiaconado, el diaconado y el presbiterado”. Añadió que el mismo obispo también participó en su consagración episcopal: “Me impuso las manos con los demás obispos. De tal manera que cuando vinieron a saludar al nuevo obispo, él se acercó y me dice, ‘mi sacerdote'”.
En su mensaje, destacó la dimensión formativa del ministerio sacerdotal: “Después de 70 años de sacerdocio, puedo confesarles, queridos amigos y hermanos, que la vida es un aprendizaje, uno aprende siempre”. Subrayó la necesidad de edificar la vida espiritual sobre Cristo: “Aprender a edificar sobre la roca que es Cristo, sigamos el texto evangélico, y no sobre la arena de nuestras ilusiones personales”.
Se refirió también a la misión que recibió: “El señor me ordenó un sacerdote para los demás, para mí, para mis hermanos. Y el señor me hace aprender para que yo enseñe a los otros, en su nombre, no en mi nombre”. “El Señor ha querido, durante estos 70 años, que sea portador de su ministerio de maestro y por lo mismo, para ejercer bien ese ministerio, era necesario que yo fuera el más humilde y obediente de sus discípulos… Y procuré hacerlo, lo digo humildemente.
Al evocar el día de su ordenación, compartió: “Recuerdo que un día como hoy, hace 70 años, postrado, mientras el pueblo cantaba las letanías de los santos, experimenté una presión en mi corazón. Me sentí abrumado por la responsabilidad que el Señor estaba por depositar sobre mis frágiles hombros de joven de 24 años”. En ese momento, expresó que puso su confianza en Cristo: “Pensé en Jesús, en el Buen Pastor y me consagré a Él”.

“Yo creo que el Señor me ha mimado durante 47 años. He sentido la mano de Dios en mi vida, la mano que acaricia, la mano que reconviene, el rostro que me mira con ternura siempre, el rostro que me mira con seriedad cuando tenía que asumir algunas responsabilidades graves en mi ya prolongado ministerio episcopal”, consideró.
Y añadió: “Por supuesto, en esta gracia están ustedes, mis amigos, mis hermanos, mis amigos de Buenos Aires, cuando fui obispo de San Nicolás y finalmente de Corrientes. Hace más de 30 años que estoy acá con ustedes… Qué paciencia que me han tenido. Yo doy gracias a Dios y yo les agradezco que me ayuden a dar gracias a Dios, y de esa manera, me ayuden a prepararme para ir al cielo”.
Monseñor Castagna reflexionó luego sobre cómo “Dios es tan bueno con nosotros, cómo Él se esmera en darnos tiempos para que nosotros seamos fieles. Pongamos toda nuestra fidelidad a su divina voluntad. Nos da tiempo, Dios. A todos nos da tiempo, a todos. Dios dirá hasta cuándo. Yo estoy yéndome al cielo, ojalá, como el cardenal Pironio. Yo le diría a ustedes, aquí estoy, yéndome al cielo. Y ojalá los pueda llevar a todos, que no se pierda ni uno”.
El prelado finalizó su alocución asegurando: “El tema de la Virgen es muy importante en mi vida. Siempre estuvo ella, desde que era muy pequeñito. Y me tocaron diócesis donde era particularmente venerada la Virgen en distintas advocaciones. Es decir, soy un privilegiado”.
“Yo sé que la Virgen ha hecho y lo sigue haciendo mucho en mi vida. Les agradezco la presencia, la compañía y la oración para que yo me mantenga fiel durante mi vida”, concluyó.



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