Durante la celebración patronal en honor a Nuestra Señora del Rosario, en la Iglesia Catedral, monseñor José Adolfo compartió un profundo mensaje sobre la devoción mariana y el significado espiritual del rezo del Rosario, al que definió como “una de las advocaciones más queridas del pueblo cristiano”.
El arzobispo recordó que esta fiesta “nos remite a cómo la oración confiada del Rosario ha sostenido la fe de los pueblos, ha vencido batallas del espíritu y ha traído paz a los corazones”. En ese sentido, subrayó que María, “Madre del Señor, nos enseña a mirar a Jesús con los ojos del corazón”.
Para monseñor José Adolfo, “el Rosario es una escuela de contemplación”, citando las palabras de san Juan Pablo II: “Rezar el Rosario no es otra cosa que contemplar con María el rostro de Cristo”. “Cada Avemaría —agregó— no es una repetición vacía, sino un latido de amor que acompaña el ritmo del Evangelio. En los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos contemplamos toda la vida de Jesús. Y en cada uno, María está presente: escuchando, acompañando, sufriendo y glorificando con su Hijo”.
El prelado explicó que el Rosario “no es una oración para los tiempos tranquilos, sino para la vida entera, con sus luces y sombras. Es la oración del pueblo sencillo, del enfermo que ofrece su dolor, del misionero que camina confiado, del padre o madre que reza por sus hijos”.
También recordó el origen histórico de la fiesta del Rosario, vinculada a la batalla de Lepanto (1571), cuando el papa san Pío V pidió rezar por la paz. “Más allá de aquel hecho, la Iglesia comprendió que toda vida cristiana es un combate espiritual, y que María, la llena de gracia, es el signo de la victoria de Dios sobre el mal”, expresó.
“El Rosario es un arma de paz, una cadena de amor que une el cielo y la tierra”, afirmó, citando al papa Francisco: “El Rosario es la oración del corazón, donde se repite con confianza: Madre, acompáñame; Madre, muéstrame a tu Hijo”.
Frente a los desafíos actuales —como la violencia, las adicciones y la desesperanza—, el arzobispo sostuvo que el Rosario es una escuela de fortaleza interior y esperanza activa: “Rezar el Rosario no es huir del mundo, sino aprender a verlo con los ojos de Dios”.
Finalmente, animó a las comunidades, familias y jóvenes a redescubrir esta oración sencilla y profunda: “Que no falte en los hogares, en los grupos parroquiales, en las escuelas, en las cárceles, en los hospitales. Podemos rezarlo en comunidad o en silencio, en el trabajo o al final del día. Cada misterio puede ofrecerse por una intención concreta: la paz, las vocaciones, los pobres, los que sufren, los que han perdido la fe”.
Como cierre, monseñor José Adolfo expresó:
“Como María, queremos ser una Iglesia que contempla, reza y sirve. Ella nos conduce siempre a Cristo. Pidamos a la Virgen del Rosario que nos enseñe a rezar con el corazón, a contemplar a su Hijo en cada momento de la vida y a vivir en esperanza”.
La celebración concluyó con un fuerte sentimiento de fe y gratitud, en honor a la Virgen del Rosario, madre y guía espiritual del pueblo correntino.
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