Corrientes Católica

Hoy se celebra a San Pedro Damián, impulsor de la reforma de la Iglesia mil años atrás

Inicialmente vivió como monje benedictino pero, sensible a las necesidades de su tiempo, aceptó ser ordenado obispo y luego creado cardenal. Pedro Damián (en italiano, Damiani) realizó una importantísima contribución a la renovación eclesial del siglo XI que tuvo en la reforma gregoriana su momento cumbre.

Oración y discernimiento

San Pedro Damián fue un hombre de profunda oración y recogimiento. Precisamente por ello, supo distinguir muy bien aquellas cosas que son esenciales para alcanzar la perfección de la caridad de aquellas que no lo son. En otras palabras, el impulso reformista que lo caracterizó a lo largo de su vida brotaba de una vida interior auténtica, del trato asiduo con Dios y con su propio interior.

Este santo era muy consciente de que para seguir a Cristo hay que formar y fortalecer el alma, en particular la mente. Así lo expresa, bellamente, él mismo: “Que la esperanza te levante ese gozo, que la caridad encienda tu fervor. Así tu mente, bien saciada, será capaz de olvidar los sufrimientos exteriores y progresará en la posesión de los bienes que contempla en su interior”.

“Damián”

Conforme Pedro iba creciendo, iría mostrando una inclinación cada vez mayor a la oración, a las vigilias de meditación y al ayuno; y, al mismo tiempo, a ser generoso con quienes Dios más ama. El santo compartía sus alimentos con quienes padecían hambre, a quienes solía acoger en su casa y servirles.

Cristo, alimento del alma, fortaleza de la mente

El itinerario espiritual de San Pedro Damián comenzó con los benedictinos. Entusiasmado con la reforma de San Romualdo (Rávena, 951 – Fabriano, 1027), se hizo monje en el monasterio de Fonte Avellana. Movido por un fervor muy grande, Pedro se entregó a la práctica de las disciplinas y rigores más duros. Usó cilicios, se alimentó con solo pan y agua, se flageló; sin embargo, su cuerpo no aguantó por mucho tiempo y se debilitó notoriamente. Eso lo obligó a moderarse.

El monje comprendió así que por sí mismas estas prácticas no garantizan la virtud, y que en la mayoría de los casos ser paciente puede ser la mejor penitencia; con más razón en medio de las penas de esta vida, que Dios permite para aleccionarnos.

FUENTE: ACI PRENSA

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