Corrientes Católica

El Papa pidió a los superiores religiosos ‘cultivar la oración y la fraternidad’

A los participantes de la 104ª Asamblea General de la USG, el pontífice destacó tres áreas esenciales: la relación con Dios, con los hermanos y el discernimiento lúcido ante el mundo digital.

El papa León XIV se reunió con los miembros de la Unión de Superiores Generales (USG) y expresó su alegría por estar entre ellos: “Me alegro de encontrarme con ustedes; yo también ejercí el ministerio que les fue confiado”, afirmó, recordando la importancia de “unirnos para escuchar y discernir lo que el Señor les pide” para el bien de la Iglesia.

El tema del Encuentro fue “Fe conectada: Una vida de oración en la era digital”. El pontífice dedicó su discurso a estos tres temas: la relación con Dios, el encuentro con los hermanos y la confrontación con el mundo digital.

Peregrinos de la Esperanza
El Santo Padre recordó que nuestra esperanza se basa en la conciencia de caminar hacia el encuentro y la plena comunión con Dios. El fundamento de toda vida religiosa es la oración, subrayó. Es “un espacio de relación en el que el corazón se abre al Señor, aprendiendo con confianza y gratitud a pedir y recibir su amor, que sana, transforma y motiva para la misión”, precisó.

En el ministerio religioso, es importante dar testimonio de que estamos en las “buenas manos del Creador”. En la vida y el apostolado, es esencial cultivar la fe “para que no se debilite, quizá por evasiones, mecanismos de defensa, ansiedad o la creencia de que simplemente somos ‘responsables de diversos ministerios'”.

León XIV señaló: “Cegados por los reflectores de la eficiencia, aturdidos por el humo del compromiso o paralizados por el miedo, podemos detenernos o convertir nuestra peregrinación en una carrera caótica y agotadora, olvidando su origen y su meta”.

“El misticismo de la convivencia”
Los miembros de institutos, órdenes y congregaciones están profundamente unidos por la misma naturaleza humana y por la fe, la pertenencia al Señor Jesús y la vocación que los une en fraternidad. Estos vínculos, en la Iglesia, se transforman en lazos santos, canales de gracia, venas y arterias vivas que llevan la misma vida al único cuerpo.

Para la comunión y la misión
El desafío que enfrentan las personas consagradas es la tecnología de la información. Por un lado, es una fuente de oportunidades positivas tanto para la vida comunitaria como para la apostólica. El desarrollo del mundo digital nos permite llegar a quienes están lejos y compartir nuestra fe.

 

Al mismo tiempo, estas son herramientas que pueden afectar negativamente la forma en que se construyen y mantienen las relaciones. “Es fácil caer en la tentación de sustituir las relaciones reales por conexiones meramente virtuales, cuando la presencia, la escucha paciente y el intercambio profundo de pensamientos y sentimientos son irremplazables”, enfatizó el Papa.

La tarea de los superiores es tutelar la fraternidad y la comunión, procurando que los medios técnicos no minen la autenticidad de las relaciones ni “limiten el espacio necesario para cultivarlas” y destacó que los “instrumentos tradicionales de comunión”, como los capítulos, los concilios, las visitas o los momentos de formación, no pueden ser sustituidos por encuentros a distancia a través de los medios de comunicación.

Relación con Dios
La relación que más importa cultivar, subrayó el Papa, es nuestra relación con Dios. Por eso, “la oración es fundamental en la vida de toda persona consagrada”, ese “espacio relacional en el que el corazón se abre al Señor, aprendiendo a pedir y a recibir con confianza”.

En la oración, añadió León XIV, “damos testimonio de lo que realmente somos: criaturas necesitadas de todo, abandonadas en las manos providentes y benévolas del Creador”.

Navegando entre herramientas digitales y relaciones auténticas -“estar juntos para hablar y escuchar”, en un equilibrio de “luces y sombras”- el Papa finalmente instó a sus oyentes a abrazar el desafío “de integrar nova et vetera“, lo nuevo y lo viejo, “preservando y alimentando la relación con Dios y entre nosotros, sin descuidar ni enterrar, por pereza o miedo, los nuevos talentos que el Señor pone en nuestras manos”.+

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