ecenas de niños palestinos asisten a una clase en el sur de Gaza: levantan el dedo, mordisquean los lápices, ojean el cuaderno de su vecino… Pero su escuela es una tienda de lona en medio de este territorio devastado.
Después de casi seis meses de guerra entre Israel y el movimiento islamista Hamás, cientos de escuelas han sido destruidas, dañadas o convertidas en refugios para las personas desplazadas por los combates.
Ante esta situación, una directora de escuela erigió una tienda en un campo en Rafah para enseñar a los niños refugiados en esta ciudad del sur de Gaza, donde se hacinan millón y medio de palestinos.
Bajo las lonas de esta escuela improvisada, respaldada por asociaciones privadas, la treintena de alumnos de la profesora Hiba Halaweh han aprendido a leer sus primeras palabras.
La maestra, sin embargo, se muestra comedida. “Los niños están contentos de volver a la escuela, pero tienen muchas dificultades, empezando por la falta de cuadernos y bolígrafos”, explica.
Iniciativas como esta permiten “sobre todo a los niños gestionar un poco el trauma”, dice Jonathan Crickx, portavoz de Unicef en los Territorios Palestinos.
Pero la situación es “absolutamente dramática: 625.000 niños están en edad de ir a la escuela y ninguno ha tenido una sola hora de clase desde hace seis meses”, advierte.
Según informaciones tomadas por satélite y en el terreno por Unicef y varias oenegés, un 67% de los 563 establecimientos educativos de Gaza sufrieron bombardeos y un 82,5% resultaron dañados.
– “Catástrofe” para los niños –
En el estrecho enclave, donde casi la mitad de la población es menor de 18 años, el sistema educativo ya estaba socavado por el desempleo, la pobreza y los recurrentes enfrentamientos con Israel en varias guerras desde 2008.
Pero ninguna de ellas como la desencadenada el 7 de octubre con el ataque de Hamás, que mató a 1.170 personas en el sur de Israel, según un recuento de la AFP en base a datos oficiales.
La ofensiva de represalia israelí ha dejado más de 33.000 muertos en Gaza, de ellos 14.500 niños, según el Ministerio de Sanidad de este territorio controlado por Hamás.
“Es una situación sin precedentes”, dice Juliette Touma de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos, que ayuda a educar a 300.000 niños de Gaza.
Más allá de los daños materiales, los expertos se preocupan principalmente por las heridas psicológicas en niños y adolescentes marcados por los desplazamientos, el hambre o el miedo.
“Cuando pensamos en Gaza, olvidamos a menudo la catástrofe que representa para los niños. Niños que han perdido a familiares, algunos han muerto, han sufrido graves problemas psicológicos o están enfermos o malnutridos”, dice David Skinner, de Save the Children.
– Los fantasmas de la guerra –
Los fantasmas de la guerra han perseguido a Majd Halawa, un adolescente refugiado desde enero en Canadá, donde intenta retomar su sueño de convertirse algún día en abogado.
Dos semanas después del inicio de la guerra, las tropas israelíes dieron “tres minutos” a su familia para dejar su casa en Ciudad de Gaza, que después quedó destruida por un bombardeo.
“Dejé todos mis libros, pensando que no tardaríamos mucho en volver, pero eso no ocurrió”, dice el adolescente de 16 años a la AFP.
Como desplazado en el sur de Gaza, tuvo que dejar de estudiar para centrarse en sobrevivir. “Pasábamos el tiempo haciendo fila para conseguir pan, no teníamos tiempo para nada más”, cuenta.
“Para aprender, necesitas estar en un lugar seguro. Y la mayoría de niños en Gaza tienen un cerebro que funciona a través del prisma del trauma”, asegura la psiquiatra infantil Audrey McMahon, que trabajó en Gaza para Médicos sin Fronteras.
Esta experta anticipa importantes “dificultades de concentración” y sentimientos “de cólera o de injusticia”. También recuerda que la malnutrición afecta el desarrollo cerebral de los más pequeños.
En los países castigados por la guerra, muchos niños jamás vuelven a las escuelas una vez callan las armas.
En Irak, seis años después de la victoria ante el grupo yihadista Estado Islámico, decenas de miles de niños siguen sin escolarizar, según el Banco Mundial.
Y volver a clase es solo el comienzo, dice Majd, todavía afectado por el bombardeo contra su escuela o los amigos que dejó atrás, algunos muertos y otros ilocalizables.
“Nadie puede olvidar todo lo que pasó, ni en cien años”, asegura.
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