El Cardenal Fernando Chomalí, arzobispo de Santiago, reflexionó sobre el rol de la Iglesia y de los cristianos en la sociedad actual. Lo hizo durante un encuentro académico en la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde compartió su visión sobre fe, misión y compromiso social.

Iglesia misionera

Desde el inicio, su mensaje el Cardenal señaló que la evangelización hoy requiere menos discursos y más coherencia de vida. Citando a Pablo VI, afirmó: “Más que maestro necesitamos testigos”. Para él, la credibilidad de la Iglesia depende en gran parte de que sus miembros vivan lo que predican.

El Cardenal explicó que el testimonio auténtico se basa en “conocer a Jesús, tener fe en Él, amarlo y seguirlo”. Y advirtió sobre el vacío existencial que aqueja a la sociedad contemporánea: “Vivimos en una sociedad harta de todo, pero llena de nada”. Ese vacío, dijo, se expresa en la soledad, la desesperanza y problemas graves como el suicidio juvenil o el consumo de alcohol y drogas.

El purpurado insistió en que la Iglesia es un pueblo que reconoce su necesidad de Dios: “No somos un grupo de los buenos, somos personas que necesitamos a Dios”, recalcó. Para él, la identidad cristiana se construye en apertura, no en repliegue: “La Iglesia se entiende como misionera… no hace misiones de vez en cuando, sino que tiene una actitud misionera permanente”.

Unidad de fe y compromiso social

El arzobispo subrayó que la fe debe integrarse plenamente con el compromiso social y la cultura. “El mejor servicio que le podemos dar a la sociedad es evangelizar y mostrar desde Cristo la belleza que surge”, señaló. Advirtió que no se puede separar la Biblia de la doctrina social o el magisterio, porque esa fragmentación empobrece el mensaje.

También alertó sobre lo que definió como “apostasía silenciosa”: la actitud de quienes, siendo bautizados, viven como si Dios no existiera. A su juicio, esta desconexión espiritual tiene consecuencias en la ética, la política y la vida comunitaria.

En un tiempo que “promueve todo, permite todo, pero no perdona nada”, el Cardenal defendió la centralidad del perdón y la compasión como manifestaciones esenciales del amor de Dios. Para él, la misericordia es fuerza transformadora que puede renovar la vida personal y social. Además, resaltó que el cristianismo tiene implicaciones concretas para el bien común: “El reinado de Cristo… tiene implicaciones para el mundo y la sociedad”, dijo, insistiendo en que la fe no debe quedar encerrada en la esfera privada.

Política y bienes no negociables

La autoridad eclesial defendió la política como vocación noble: “La política es la más alta acción a la que puede aspirar un ser humano”siempre que se oriente al servicio y no al poder por el poder.

Explicó que la democracia se debilita cuando se excluyen valores fundamentales: “No es posible construir una democracia verdaderamente humana si los bienes no negociables son marginados”, dijo, aludiendo a la vida y la familia como pilares irrenunciables.

También abordó la cuestión económica, recordando que el trabajo debe ser fuente de dignidad y cuidado de la creación, y advirtiendo contra un sistema basado únicamente en “consumo, competencia y lucro”.

“Más que maestros, necesitamos testigos”

Mons. Chomalí dirigió un mensaje a la jóvenes: “El primer mensaje es que estudien, el segundo que estudien y el tercero que estudien”. Considera que la ignorancia es terreno fértil para el fanatismo y la violencia, mientras que la formación abre a la comprensión y al diálogo.

El Cardenal invitó a cultivar la humildad y el sentido de gratitud: “Todo lo que tenemos es por gracia de Dios”. En este punto recordó el ejemplo de Santa Teresa de Calcuta, cuya belleza no era física, sino reflejo de su santidad: “La santidad refleja la belleza de ser imagen de Dios”.

Al final, Chomalí resumió su mensaje en un desafío de ser cristianos coherentes, con una fe que ilumine y transforme todos los ámbitos de la vida: “Más que maestros, necesitamos testigos”, reiteró, recordando que el mundo actual no se convence solo con palabras, sino con vidas que encarnen el Evangelio.