El reconocido misionero argentino Padre Pedro Opeka, una de las figuras más influyentes de la Iglesia a nivel mundial, visitó la comunidad San José en La Matanza, donde elogió el trabajo pastoral local y bendijo el proyecto de la Ciudad Papa Francisco.
La visita se realizó en la tarde del lunes, en el espacio religioso y comunitario que crece entre San Justo, Isidro Casanova y Ciudad Evita. Allí, Opeka recorrió las obras, dialogó con vecinos y destacó el compromiso de la Iglesia matancera y del Obispado de San Justo.
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Una misa cargada de emoción en el Santuario de Caacupé
El misionero concluyó su visita con una misa en el Santuario de la Virgen de los Milagros de Caacupé, acompañado por el Obispo de San Justo, Monseñor Eduardo García, y el párroco Padre Nicolás “Tano” Angelotti.
Durante la homilía, Opeka se mostró sorprendido por el crecimiento de la comunidad:
“Aquí hay comunidad. Lo que el Padre Nico me mostró recién casi me desmayó. Es grande esta obra… hasta tiene una piscina. Eso habla del respeto y del amor hacia ustedes”, expresó.
Luego comparó su experiencia con la obra local:
“Hermano, yo soy como vos. De un basurero hicimos una ciudad que hoy es un ejemplo para Madagascar. Le agradezco a Dios que ese lugar de exclusión hoy sea un lugar de encuentro”.
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“Vine a celebrar mis 50 años como sacerdote”
Con profunda emoción, Opeka destacó el sentido espiritual de su visita:
“Ustedes aquí están haciendo historia de una Argentina nueva. Dentro de ocho días vuelvo a África. Vine a celebrar mis 50 años como sacerdote y a darle gracias a la Virgen de Luján, porque yo me hice sacerdote ahí. Esta misa no la voy a olvidar nunca”.
Tras el final de la celebración, saludó uno por uno a los presentes y habló con La Voz de San José:
“Me llevo un recuerdo imborrable de la Parroquia San José y del Hogar de Cristo, que hacen un trabajo extraordinario. Dios quiere a todos, como lo repetía el Papa Francisco. Él es un profeta de su tiempo porque quiso que el Evangelio se viva en la realidad”.
Quién es el Padre Pedro Opeka
El Padre Opeka, misionero argentino de origen esloveno, lleva más de 35 años trabajando en Madagascar. Allí fundó Akamasoa (“buenos amigos”), una ciudad que nació en un basural y que hoy cuenta con 22 barrios, más de 5.000 viviendas y miles de familias que salieron de la pobreza gracias a un modelo basado en techo, trabajo y educación.
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