Este 27 de noviembre, la Iglesia Católica celebra a la Virgen de la Medalla Milagrosa, una de las advocaciones marianas más extendidas en el mundo, cuyo origen se remonta a las apariciones de la Virgen María a Santa Catalina Labouré en París, Francia.
La devoción recuerda aquella noche del 27 de noviembre de 1830, cuando la Madre de Dios se apareció a la joven religiosa de las Hijas de la Caridad y le pidió que se acuñara una medalla con una promesa que marcó la historia espiritual de millones de fieles:
“Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza”.
La aparición y su mensaje
Santa Catalina describió a la Virgen vestida de blanco, de pie sobre un globo y pisando una serpiente, símbolo de la victoria sobre el mal. De sus manos salían rayos luminosos que representaban las gracias derramadas sobre quienes las pidieran.
La visión incluía también una inscripción que rodeaba a María:
“María sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti”.
Luego, la imagen giró y Catalina vio el reverso de la medalla: la letra “M”, una cruz, el Corazón de Jesús coronado de espinas y el Corazón de María traspasado por una espada, rodeados por doce estrellas.
Una devoción que creció con los milagros
El diseño de la medalla —realizado por el orfebre Adrien Vachette siguiendo las indicaciones de la santa— se difundió rápidamente por Francia y el mundo.
Los fieles comenzaron a llamarla “La Medalla Milagrosa” gracias a los numerosos testimonios de protección, favores y conversiones atribuidos a su uso.
Cada 27 de noviembre, millones de devotos renuevan su fe, su pedido de protección y su confianza en la intercesión de la Virgen.



Comentar!