Miles de fieles acompañaron la tradicional procesión por las calles de la ciudad, encontrando una cálida acogida en la parroquia donde Monseñor Larregain invitó a imitar el corazón puro y generoso de la Madre de Jesús.
CORRIENTES CAPITAL. – Con una fervorosa demostración de fe, la comunidad de Corrientes celebró el pasado viernes 28 de junio la Solemnidad del Inmaculado Corazón de María. Una gran multitud de devotos se congregó para participar en la tradicional procesión, que recorrió las calles de la ciudad en un emotivo acto de devoción mariana. El ambiente festivo y de oración acompañó a los fieles hasta la parroquia, donde fueron recibidos con amabilidad y calidez, creando un espacio propicio para la celebración de la Santa Misa.
La Eucaristía central fue presidida por Monseñor José Adolfo Larregain OFM, Arzobispo de Corrientes, y concelebrada por el Padre Antonio De Iacovo. Durante la homilía, Monseñor Larregain ofreció una profunda reflexión que cautivó a los presentes.
La Homilía de Monseñor José Adolfo Larregain: Un Corazón que Guarda y Entrega
Monseñor Larregain centró su mensaje en el pasaje del Evangelio que narra la pérdida y el reencuentro de Jesús en el templo. Explicó cómo este episodio, cargado de angustia para María y José, va más allá de la preocupación parental. Destacó el significado simbólico de los “tres días” presentes en este relato, asociándolos con otros momentos clave de las Escrituras, como la historia de Jonás o la muerte y resurrección de Jesús. “Este periodo de tres días simboliza la oscuridad, la incertidumbre y el dolor, pero también la esperanza y el encuentro renovador con Dios”, afirmó el Arzobispo.
En el Evangelio, la angustia de María se expresa al encontrar a Jesús: “Tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Monseñor Larregain resaltó la profunda humanidad y la unión de María y José en su preocupación por el Hijo de Dios. Sin embargo, la respuesta de Jesús –”¿No sabían que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?”– fue clave para el Arzobispo, quien subrayó la sutil pero significativa diferencia en el uso de la palabra “Padre”: en minúscula al referirse a José, y en mayúscula al hablar de Dios, marcando así la misión divina de Jesús.
Este episodio, además, ilumina la figura de María como una madre que, aunque no siempre comprende plenamente los planes divinos, “guarda todo en su corazón”. El Inmaculado Corazón de María, según explicó Monseñor Larregain, es un corazón puro, generoso, compasivo y lleno de amor. Es un corazón que sabe escuchar, guardar y entregar todo a Dios, convirtiéndose así en un modelo de vida para todos los fieles.
Monseñor Larregain invitó a los asistentes a reflexionar sobre la importancia de cultivar un corazón semejante al de María: limpio, transparente, solidario y misericordioso. Animó a dejar de lado los sentimientos negativos como el rencor y la envidia, para llenarse de lo que proviene de Dios: el amor, la bondad y la capacidad de compartir con los demás. “Cuando vemos a una persona buena, solemos decir que ‘tiene un gran corazón’, y eso es lo que debemos buscar: un corazón generoso que refleje la bondad de Dios”, enfatizó.
Para finalizar, el Arzobispo recordó las palabras de María en las Bodas de Caná: “Hagan lo que Él les diga”. Con estas palabras, invitó a los fieles a confiar en Jesús y en la poderosa intercesión maternal de María, especialmente en momentos de dolor, sufrimiento o dificultad. También destacó que María, con su inmenso corazón de madre, está siempre atenta a las necesidades de sus hijos, guiándolos y entregando su amor en cada circunstancia de la vida.
La celebración fue un recordatorio conmovedor de la entrega de María y una invitación a la comunidad a imitar su pureza de corazón, para guardar lo bueno y entregarlo con generosidad a Dios y al prójimo.
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