Era el Adviento del año 2015 y la Iglesia abría sus puertas de par en par, dando inicio al Año Jubilar de la Misericordia. En la Comunidad de Carmelitas Descalzas de Santa Fe, la hermana Cecilia María fue visitada inesperadamente por una grave enfermedad, que culminaría seis meses después con su fallecimiento, el 23 de junio de 2016.
Desde entonces, la fama de santidad de esa monja carmelita viene creciendo exponencialmente, y numerosos testimonios destacan su influencia positiva en la vida de quienes la conocieron en vida o solicitaron luego su intercesión.
Nacida en San Martín de los Andes, provincia de Neuquén, Cecilia María Sánchez Sorondo encontró su vocación en el monasterio de las Carmelitas Descalzas ubicado en Santa Fe. Proveniente de una familia tradicional y sobrina de un obispo allegado al Papa Francisco (monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Academia Pontificia de Ciencias del Vaticano), falleció a los 42 años luego de batallar contra un cáncer de lengua.
Ahora, la iglesia comenzó a transitar la postulación de esta carmelita, cuya imagen internada en el Hospital Austral se viralizó hace casi ocho años, apenas 13 días antes de morir: tenía una hermosa sonrisa en los labios, conservaba la belleza de la juventud y la paz en el rostro, a pesar del sufrimiento que atravesaba por la cruel enfermedad que se la llevó de este mundo en poco más de seis meses.
Recientemente, el arzobispo de Santa Fe, monseñor Sergio Fenoy, firmó el edicto para iniciar el camino de la beatificación y canonización de la hermana Cecilia María. El camino hacia la santificación implica un riguroso proceso de estudio y evaluación por parte de las autoridades eclesiásticas, pero la historia y el legado de esta joven religiosa despiertan la atención y la esperanza de muchos fieles. El proceso requiere, además, testimonios acerca de milagros y gracias recibidas a través de su intercesión.
Fabiana Guadalupe Retamal de Botta, compañera de Cecilia, compartió detalles sobre la personalidad y la espiritualidad de la religiosa: “Ella siempre fue una persona muy alegre, cálida, cercana, acogedora. Tenía la particularidad del don de gentes”.
“Cuando uno cultiva esa virtud tan hermosa de ser empática, esa capacidad acogedora, de cercanía, sale esa sonrisa que permaneció en los momentos más dolorosos, como el tránsito de su enfermedad, y que se puede ver hasta después de muerta”, resaltó, en referencia a las impactantes imágenes que generaron admiración en los miles de personas que se interesaron por su historia.
“A mí me tocó circunstancialmente acompañarla el día del diagnóstico, cuando fuimos al médico y le diagnosticaron el cáncer de lengua, y la verdad que en ese momento yo fui testigo de la paz que la inundaba”, recuerda la hermana Fabiana, aunque señala que, más allá del “dolor que nos invadió a las dos por tener que escuchar ese diagnóstico”, lo fue llevando con “una sonrisa que salía del corazón”. “Impacta la manera en que lo vivió, ha sido un gran testimonio”, subraya.
En el Carmelo dicen que la encontraban siempre sonriente, aunque tenía un carácter fuerte. Cuando ya había enfermado y estaba en el hospital, le confesó a una de sus hermanas: “Mi gran pecado era hacer siempre lo que yo quería, mis caprichos… Alguna vez llegué a tener tanta cara de perro que me asusté de mi misma”.
Cada paso médico que dio, luego de conocerse el diagnóstico de cáncer, fue decidido por ella. Lo confirmó la Madre María Magdalena de Jesús, priora del Carmelo San José y Santa Teresa, de Santa Fe, en una columna que escribió para el house organ del Hospital Austral: “Siempre fue la hermana Cecilia María la que tomaba las decisiones con un aplomo y serenidad increíbles, habiendo escuchado con atención los distintos pareceres de todos los médicos, como se lo dejó escrito al Dr. Matías Najún (en un momento decisivo en el que se le abrían dos caminos: una cirugía mayor o cuidados paliativos): ‘Estoy tranquila, a la espera de que me expliquen las posibilidades y complicaciones. Prefiero que me digan todo y no se reserven nada’”.
“Tanto ella como todas nosotras estábamos bien informadas de la realidad, y esto nos daba serenidad. Nosotras siempre apoyamos sus decisiones. Esas decisiones de vida o muerte no eran cuestiones simplemente médicas, sino que en realidad ponían en juego nada más y nada menos que el Evangelio”, relata.
En el edicto con que se inicia el camino a la canonización de la carmelita, monseñor Fenoy destaca sus virtudes: “Su testimonio de amor y confianza en Jesucristo, aún en medio de las pruebas más duras, ha despertado en muchos corazones el deseo de un mayor compromiso en la vida cristiana”.
En el documento, además, el arzobispo invita a que los fieles colaboren contando cómo fue la vida de la religiosa: “Habiendo crecido, con el paso de los años, su fama de santidad y de signos, y haciendo sido solicitado formalmente por el postulador, Fr. Marco Chiesa O.C.D., para iniciar la correspondiente causa de beatificación y canonización, invitamos a todos los fieles a comunicar directamente o enviar al Arzobispado de Santa Fe de la Vera Cruz.”
Y deja la dirección (Av. Gral. López 2720 -S3000DCJ) y un mail (cancillerí[email protected]) para que se envíe “toda aquella información de la que se pueda, de alguna manera, deducir elementos favorables o contrarios a la reputación de santidad de la citada hermana Cecilia María de la Santa Faz”.
Biografía
Cecilia María nació el 5 de diciembre de 1973 en San Martín de los Andes, provincia de Neuquén del matrimonio entre María Teresa Bosch y Santiago Sánchez Sorondo, en plena mudanza, pues su padre era militar y partían hacia su nuevo destino, Buenos Aires. Fue la segunda de diez hermanos y la mayor de las hijas mujeres.
Dios se valió de un profesor de Teología que, con sus clases, le hizo conocer y amar a Santa Teresa de Jesús, despertando así en ella una creciente sed de intimidad con Cristo y un anhelo de consagrarse a Él. Su abuela, tal vez adivinando sus deseos, le regaló un viaje a Europa, pensando así disuadirla. Lo cierto es que, en ese viaje, estando en el monasterio de la Encarnación de Ávila, sintió fuertemente su llamado al Carmelo.
Ya de regreso, intentó estudiar una carrera universitaria y, pasado año y medio, ingresó al Carmelo de Corpus Christi, en Buenos Aires. Estuvo allí cinco meses. La vida le gustaba, pero no se sentía en su lugar. Con todo el dolor y la oscuridad de su alma, salió de allí, pensando que el Carmelo había sido una ilusión suya y no un verdadero llamado.
Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, no podía olvidar el Carmelo y, con el consejo y guía de su director espiritual, un fraile carmelita, pidió ser admitida en la comunidad de Santa Fe. Pero para esto tuvo que esperar, ya que tanto las hermanas como sus padres le pidieron que antes estudiara una carrera. Ella escogió la de enfermería. Al cabo de 3 años, con su diploma en mano, tomó la decisión definitiva: pidió ingresar precisamente allí, al Carmelo de Santa Fe. Lo hizo el 8 de diciembre de 1997, a los 24 años, como cuenta la Carta de Edificación que publicó el Carmelo luego de su muerte, el 23 de junio de 2016.
El 20 de junio de 1998 recibió el Hábito de la Virgen, y casi un año después, un 5 de junio, hizo su profesión de votos de obediencia, castidad y pobreza por tres años.
A finales de 2015, fue enviada para terminar de cerrar el Carmelo de la localidad de Azul. Sentía unas molestas llagas en la boca, que cuando volvió a Santa Fe se hicieron más intensas y dolorosas. Fue a ver a un dentista y la derivó a un especialista en cabeza y cuello. Éste, de urgencia, la mandó a hacerse una tomografía computada de lengua y cuello. El resultado del estudio lo conoció el 11 de diciembre, el cual evidenció que tenía un tumor en la base de la lengua y en un ganglio en el cuello. Al primero que le dio la noticia fue a uno de sus hermanos: “El Señor eligió por mí y yo dije: ‘Confiá’. Otra cosa no puedo hacer”.
En una carta a su familia del 17 de diciembre de 2015, expresó: “No sé si estoy en el aire, pero a pesar del dolor, que ya se va anunciando cada vez más y me quita bastante el sueño, me siento por ahora animada y contenta. Supongo que me vendrán momentos de oscuridad y desesperación un poco, pero como no estoy sola, podremos juntos seguir al Cordero”.
El 23 de junio del 2016, a los 42 años, la hermana Cecilia María falleció en el Hospital Austral, luego de batallar seis meses contra el cáncer de lengua.+
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